Escucha sus manos.
Distrae a sus ojos y entretiene con promesas de misterio a su mente.
Se desentiende de sus espejos.
Ilumina con ojos entrecerrados las noches.
Existe por suerte el momento en que su espíritu recupera el coraje
para sobrellevar el teatro tenso de las veredas del día siguiente.

Carlos.